Manolo traza sobre el lienzo binario polilíneas en claroscuro. Las imágenes afloran obviando el pantone, la proporción, el punto de fuga que les ha dado vida. Más allá del refugio unilateral que las paredes ofrecen a sus cuadros, es fácil adivinar que, el suyo, suele ser un trabajo a doble cara, que se muestra al espectador al tiempo que lo expone frente a sí mismo. Recuerdos, mitos y ensoñaciones custodiados en cuatricromía. Miradas apaisadas que tienden hacia los rincones de la escena y, también, de la memoria. Este ilustrador, que ilumina el inconsciente desde una sala de proyecciones, se deja seducir por el interlineado del celuloide, por la imagen que cuenta, por la que importa. Sin logos ni marcas ni señas corporativas. Con suave música de jazz al fondo. Y la paciencia de un artesano atípico y contemporáneo, que ahora reserva un espacio en su paleta para albergar en ella el afán tipográfico de la palabra. Una suerte de libro pintado antes que escrito, de catálogo de visiones colectivas, de compendio de testimonios sobre el cine vivido. Una suerte de Sánchez…

Presentación para el libro Cine en la Memoria. 2010

Verònica Garcia Bertomeu