“La sordera, si bien le separaba del mundo exterior, es decir, de todo cuanto hubiera podido influir en su producción musical, tenía la ventaja de mantener sus centros auditivos en un estado constante de excitación (…). Sordera, sí, para las vibraciones del mundo exterior, hiperestesia acústica para las interiores” (Notas del Dr. Marage, 1806).
La inauguración de la muestra De luces a sombras, de Manolo Sánchez en la Llotgeta comenzó para los allí presentes con una muy emotiva y divertida presentación del artista a cargo del comisario y amigo, Nilo Casares, y el anuncio público de la enfermedad degenerativa que padece en los ojos. No había sentimiento de pena o autocompasión, sino más bien coraje, ilusión y ganas de seguir adelante. No podíamos evitar acordarnos en ese momento de uno de los sordos más geniales que ha conocido la humanidad, Ludwing van Beethoven ¿Cómo se puede llegar a crear toda una sinfonía sin oír las notas?
En la cabeza, Beethoven tenía cada blanca, negra y corchea sonando en su cabeza. Manuel, por su lado, recuerda probablemente cada gesto que el conde Drácula o Frankenstein, esto es, Bela Lugosi o Boris Karloff, mostraron en la gran pantalla, los diálogos más ocurrentes, las escenas más impactantes. Manuel Sánchez tiene impresa en su mente cada fotograma, porque, además de un muy buen diseñador gráfico, Manuel ha sido siempre un enamorado del cine, sobre todo la filmografía americana de los años treinta y cincuenta, de las películas de gánsteres y policías, del sombrero tirado un tanto de lado y la sempiterna gabardina, a lo Bogart o Dana Andrews, el cine de hermosas y enigmáticas mujeres, en plan Lauren Bacall o Gene Tierney. Era el cine dirigido por nombres como Otto Preminger, Kazan o Welles, que a los adolescentes de hoy ni les suena y muchos de nosotros echamos de menos. Señal de que nos hacemos mayores.
De luces a sombras es ésta casi obsesión cinéfila, un recorrido por los diferentes rostros emblemáticos que poblaron nuestras pantallas y que aquí se presentan sacados de su contexto; caras geométricas, repletas de ángulos imposibles como si quisieran capturar cada haz de luz que incide sobre ellas; retratos tamizados previamente par el tiempo y el recuerdo nebuloso, impregnados todos de esa misma tonalidad sepia y monocromática que deja el tiempo sobre las fotografías en blanco y negro. En medio de los rostros, inesperadamente, aparece un árbol desnudo de hojas, altivo, orgulloso, un elemento absolutamente extraño e indescifrable que nos lleva preguntarnos si no estaremos contemplando el alter ego del artista. Beethoven concebía la música no como un fin, sino como un medio al servicio de la existencia. Algo así le ocurre a Sánchez, pintar es su forma de vida, la tabla a la que agarrarse.
De luces a sombras es un título un tanto triste cuando se intuye el desaliento de un artista cuando ya no puede escuchar su propia música, cuando ya no puede vislumbrar más que sombras.
Pérez, Isabel. (2014). “Manolo Sánchez. Bocetos sociológicos”. Levante El Mercantil Valenciano.
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