Manolo, el artista ha puesto mucho empeño en que participe en esta presentación, en un principio me mostré reacia, ¿Qué hacía yo entre Manu y Juan? Tal vez, el artista, deseaba que me conocierais, tal vez quería dejar constancia de la alteración que él hace de la conocida expresión “al lado de un gran hombre hay una gran”, no sé, espero estar por lo menos a su altura, el caso es que, finalmente, comprendí que debía darle gusto aportando un toque algo más personal a este momento.
¿Quién es realmente el artista?, ¿cómo vive?, ¿cuáles son sus pasiones?
Entre sus muchas pasiones, considerando el foro y el lugar, debo destacar tres
– Chiva
– El cine
– Drácula
¿Cómo se vive con el artista? Pues se vive como se puede,… conciliando lo sublime y lo prosaico, “Ana, Ana, ven, ven”, se escucha desde su estudio, y allí voy con un pelador de patatas en la mano y el terror disimulado de que se me queme el aceite, pero es lo que tiene vivir con un creador, que las musas lo transcienden todo y la potencia artística invade inevitablemente nuestro día a día. «No creo en las musas…, pero si llegan que me pillen trabajando», decía Picasso, y vaya si Manolo trabaja, trabaja, no se rinde.
Conocí al artista y, paralelamente, conocí a Drácula, un personaje que le fascinaba, un novio que me introdujo en el mundo del género de terror fantástico, también yo, hay que tener moral, y me facilitó aproximación a toda una serie de films de terror gótico, obras de ciencia ficción, suspense y terror, en las que destacaban actores de la talla de Christopher Lee y Peter Cushing.
Por lo tanto, Mr. Lee entró en vida en el mismo momento que lo hizo el artista, anteriormente había compartido la atracción con su madre, juntos veían en la tele, siempre en horario nocturno, las películas de la Universal, de la Hammer y del expresionismo alemán, o se escapaban a algún cine de reestreno, los cines de barrio de entonces, lo que viene a demostrar que su afición se gestó en la primera juventud.
Esta inclinación, junto con la influencia que ha ocasionado en su obra, nos ubica en una realidad algo extraña, ¿somos raros?, singulares, prefiero pensar. No faltan las anécdotas, recuerdo que el técnico de las cortinas que me mandó El Corte Inglés para medir las ventanas, miraba inquieto y de reojo las paredes cubiertas con escenas de Drácula…, no me quedo más remedio que decirle, “es que mi marido pinta y es un gran admirador de las películas de terror clásico, pero somos muy normales”.
¡Ay! Mr. Lee, ¿sabéis que Manolo fue el único fan que se presentó a recibirle en Manises cuando nos visitó con motivo de la Mostra de cine del Mediterráneo?, era octubre de 1995, nuestro hijo había nacido en agosto, y aquella misma tarde tuvimos que dejarlo con mi madre porque el artista había conseguido a través de un amigo poder acceder a los Cines Martí durante el tiempo reservado para la prensa, perseguimos a Mr. Lee mientras caminaba acompañado de toda la corporación de la Mostra, Manolo entraba en plano y yo los fotografiaba, después, para redondear el día, pudimos ver “Drácula príncipe de las tinieblas”, que la Mostra había incluido en su programación.
Nuestros hijos, a diferencia de mí, nacieron con esa presencia en casa, tengo que confesar, para mi tranquilidad y la de todos, que no han sido miedosos, no han sufrido los denominados terrores nocturnos, si no que incorporaron los personajes con una naturalidad pasmosa, y no fue hasta mucho más tarde, bien entrada la primaria, cuando comenzaron a venir amiguitos a casa y ante sus gestos extraños, me preguntaron, mamá… ¿Drácula, es bueno o malo?
Todos tenemos nuestro Drácula particular, nuestro monstruo, intentando asomar para liberarnos del hastío, de la mediocridad de lo cotidiano, de lo injusta que en ocasiones parece o es la vida.
La novela ha tardado años en alcanzar la categoría de clásico, su estructura es por lo menos curiosa, fragmentos de diarios, cartas, telegramas, recortes de prensa, informes médicos, etc. En cuanto a su contenido resulta inquietante, apela los rincones más recónditos de nuestra alma, muchos de ellos desconocidos, obligándonos a soportar la mirada del monstruo. Un ser inadaptado, indisciplinado, que pone en peligro los pilares de aquella y esta sociedad, describiendo un personaje amenazante, carente de discurso verbal, extremadamente físico pero intangible, pura presencia, que resulta tremendamente seductor a la par que ambiguo, soledad y muerte.
Más allá de la lucha del bien contra el mal, asistimos al combate entre un elemento abiertamente subversivo, Drácula, representante de una aristocracia decadente digna de Visconti, y el guardián de la moral burguesa, Van Helsing, sociedad económicamente ascendente pero no menos caduca, atrincherada en su formalismo hueco pero a la vez tentada por la transgresión que le ofrece el vampiro. Estamos ante una reflexión sobre la naturaleza humana, un análisis perturbador sobre la sexualidad, el deseo, el poder, la locura, el miedo y la vulneración del inapelable destino del hombre.
Terence Fisher, sin obligarse a ceñirse literalmente a la novela, supo expresar magníficamente su espíritu sacando el máximo provecho a la estilizada, perturbadora y elegante figura de Christopher Lee, hoy en día, en palabras del artista no ha sido superado.
Bueno, espero haber conseguido mi propósito, que hayáis entendido, en mayor o menor medida, la rareza del artista que nos ocupa, y veáis con buenos ojos la exposición “¿Quién salió a vivir por mí mientras dormía?, expresión que ahora utilizamos en casa cuando alguno sale mientras el otro duerme la siesta.
A veces me pregunto a qué se debe que Manolo no tenga esa acuciante necesidad, muy humana, por otra parte, de reconocimiento, aunque sí de cariño y respeto, solemos bromear con la idea de que, en general, los humanos y, en particular, los artistas, tienen una acuciante necesidad de hablar de sí mismos, Manolo, no lo hace, tal vez, porque en casa hablamos mucho, compartimos gustosamente nuestro respectivos mundos, nuestras particulares visiones, en su fuerza creadora estimo haber participado, tal vez en alguna línea estética, espero continuar haciéndolo.
Más allá de su lealtad artística, todos los que le conocéis lo sabéis, destaca su lealtad humana, su forma inteligente de vivir porque aunque vivimos muriendo, por encima de ello, más allá de saber morir, estamos obligados a saber vivir.
Agradezco su visión manifiestamente lúcida, a pesar de sus corneas, porque en nuestra vida hay muchas espinas, pero flores, las mismas.
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