La muerte viva. 2016

Nunca tan sola, tan radiante y tan hermosa como en este instante imaginario. La misma mueca termina por engullirme en este páramo grisáceo, donde las sombras me levitan alrededor como mariposas, y no me siento sola. Me acompaña mi yo más bello, mi recuerdo más fugaz y esa extraña ausencia de palabras, que lo deja todo en manos del azar. Estoy muerta, cadáver llego en hora tan oscura y al mismo tiempo viva en ti. A ti que sin saberlo, tal vez sin quererlo siempre anduviste en mí más allá de las fronteras, errando siempre por mis adentros, entre lo muerto y lo vivo. Te anhelo. Tu a mi vera siempre eras y yo, eternamente muerta soy ahora, más hermosa que nunca; cautiva y bella. Yo sola de nuevo, y a veces tú conmigo en mi agonía, me ves elevarme. Floto y no respiro, sólo sombra. Me deshago poro a poro, me consumo en este bosque que anuda inexistentes hojas llovidas de la nada, y me dejo arrastrar, me dejo devorar en medio de la inhóspita senda. Me aterra volver la vista atrás aunque no haya turbulencias en mi pecho. Mi corazón no late; gélido viento que emana de la tierra y me transporta entre sueños, a mis casas de muñecas, donde se ocultaban las puertas del infierno a los ojos de las niñas. Ahora vivo. No existo pero respiro y tras de mí la vieja costurera recompone mis deshiladas prendas. Esas que conforman mi pasado y alborotan mi cabeza. Todo se termina, se consume, se corrompe, se evapora… todo muere y todo regresa ¿Qué quieres de mí maldita hilandera? ¿Qué ves, que tanto llama tu atención? ¿Acaso el hálito nocturno de la despedida o esa extraña apariencia transparente, en que mi cuerpo se ha convertido? Ya me fui. Contigo o sin ti, ya marché por el camino del tiempo que no cesa, acompañada de siniestras marionetas, y un diario inacabado. Siempre sobran páginas en blanco, siempre huecos por llenar. Siempre tiempo. 

Javier De La Cruz